Ojos de amor profundo
Hola mis lectores apreciados, fieles y furtivos, espero que todo esté bien por allí en el mundo, y en vuestro
universo. ¿Qué decir de los ojos de un niño, de la mirada de un niño, de la percepción de niño? ¿De la profundidad de sus pensamientos?
Cuando veo los ojos de la inocencia, los ojos de cada uno de mis hijos, veo un inmenso mundo, veo el futuro, veo individualidad, veo a unos seres que llegaron del más allá, de la nada sin haberlo imaginado, sin tener la mínima idea de cómo serían, seres nuevos, mágicos, vírgenes, puros y genuinos.
Personitas, que serán dueños de sus propios criterios y decisiones. Su mundo será tan grande como el amor que me profesan en cada mirada y en cada abrazo, ellos nunca de pequeños serán nuestros jueces, simplemente nos amaran tal cual somos, porque sus corazones cristalinos no conocen de detalles feos.
Es tan increíble está sensación que despiertan esas criaturas inocentes. Que se distraen con objetos fuera de lo común porque cualquier cosa los divierte y cualquier cosa puede resultar un juguete, un chiste tonto acarrea una gran carcajada para ellos y una historia de aventuras inverosímiles puede resultar un paseo por otros mundos fantásticos e inexistentes.
La inocencia con la que venimos a este mundo se esfuma en cada cumpleaños, en cada centímetro que aleja cada vez más la vista del suelo, ese gran tesoro, que es la inocencia, resulta muy dócil para este enrevesado mundo.
Porque el adquirir experiencia muchas veces duele y lamentablemente nuestros pequeños irremediablemente pasarán por ello, pero se que como madre, haré lo posible por crearles puentes en su andar, para que cada sufrimiento futuro, les alcance los menos posible. Es mi labor más importante como madre.
Cuando veo los ojos de la inocencia, los ojos de cada uno de mis hijos, veo un inmenso mundo, veo el futuro, veo individualidad, veo a unos seres que llegaron del más allá, de la nada sin haberlo imaginado, sin tener la mínima idea de cómo serían, seres nuevos, mágicos, vírgenes, puros y genuinos.
Personitas, que serán dueños de sus propios criterios y decisiones. Su mundo será tan grande como el amor que me profesan en cada mirada y en cada abrazo, ellos nunca de pequeños serán nuestros jueces, simplemente nos amaran tal cual somos, porque sus corazones cristalinos no conocen de detalles feos.
Es tan increíble está sensación que despiertan esas criaturas inocentes. Que se distraen con objetos fuera de lo común porque cualquier cosa los divierte y cualquier cosa puede resultar un juguete, un chiste tonto acarrea una gran carcajada para ellos y una historia de aventuras inverosímiles puede resultar un paseo por otros mundos fantásticos e inexistentes.
La inocencia con la que venimos a este mundo se esfuma en cada cumpleaños, en cada centímetro que aleja cada vez más la vista del suelo, ese gran tesoro, que es la inocencia, resulta muy dócil para este enrevesado mundo.
Porque el adquirir experiencia muchas veces duele y lamentablemente nuestros pequeños irremediablemente pasarán por ello, pero se que como madre, haré lo posible por crearles puentes en su andar, para que cada sufrimiento futuro, les alcance los menos posible. Es mi labor más importante como madre.
¡Hasta
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