Los cuarenta

Los cuarenta
Hola mis fieles, furtivos y apreciados lectores, espero que todo esté bien por allí en el mundo, y en vuestro universo. Como siempre estoy con mi cabeza que no para, cargada de reflexiones profundas, análisis sobre mi existencia y la vida en general. Puede que como buena virgo e hija del planeta mercurio, no pueda evitar hacer esto… pensarlo todo y a cada segundo.

Hay mucha gente que piensa y otras  no, evidentemente, que al pisar los cuarenta, el cuerpo se manifiesta de cualquier forma para mal, a nivel de salud y físicamente, las fuerzas no están a tope como en la adolescencia y cuesta más por ejemplo, subir unas escaleras sin  notar cansancio.
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Es obvio que cada cuerpo es un mundo, al igual que  cada vida, según las comodidades y cuidados en la juventud, cada cuerpo reacciona de modo distinto llegados los cuarenta. No es igual una mujer de cuarenta años en el Congo, que una de clase media baja en América o Europa. La cuestión es  que según haya sido tú vida y hábitos, los resultados de esos desarreglos se ven ahora, en el presente.

Y te impone esa situación, la circunstancia como tal de transitar por los cuarenta, las sorpresas que el cuerpo te da, de allí unas cuantas de mis reflexiones.

Por ejemplo, en estos días me estaba desayunando unos huevos fritos en aceite de oliva, con mi esposo, y de pronto siento que al morder me empieza a crecer vertiginosamente de un lado de la cara un bulto, del tamaño de un limón, en segundos mi rostro parecía una pera picada por la mitad. Es en esos momentos de gran susto, me vuelvo a sentir como una niña indefensa que necesita el cobijo de su madre, y eso que tengo cuarenta y algo… total que, como loca nerviosa, me fui a urgencias y la doctora, muy sabia, me dijo que la glándula parótida del lado izquierdo se había inflamado, posiblemente por una obstrucción en el conducto salival, es decir cálculos. Entonces, que me recetó antibióticos y una cita para el otorrino… ya la inflamación ha bajado, por suerte, pero el susto queda.

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La semana pasada, por ejemplo, tuve un lumbago, que me dejó tiesa, sin poder mover ni un brazo, porque el dolor era inmenso… y así sucesivamente. El despertar por las mañanas me da la sensación de no descanso. Es cierto, las energías merman, y mira que me siento joven mentalmente, tengo cuatro hijos y muchas responsabilidades, y sé que esas circunstancias restan vigor en el día a día.

El otro día hablaba con una amiga contemporánea en edad, y me explicó que ella se siente igual, y que un buen método anti dolor muscular, es practicar deportes, alguna gimnasia diariamente y obviamente alimentarse bien.

En fin, los cuarenta me sorprenden en muchos aspectos, pero me mete el miedo en el cuerpo, cada vez que tengo algún episodio desagradable de salud. Lo importante es superarlos y mirar hacia delante sin más. Pero lo que si es cierto es que los achaques se presentan por sorpresa y se hacen notar.

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