La inocencia con la que llegamos a este mundo

La inocencia con la que llegamos a este mundo
La inocencia con la que llegamos a este mundo

Hola mis fieles, furtivos y apreciados lectores, espero que todo esté bien por allí en el mundo, y en vuestro universo, a pesar de las circunstancias de epidemia mundial que vivimos.

Como he dicho tantas veces, cuando aterrizamos en este mundo somos tan inocentes y puros, y con el transcurrir de la vida  nos vamos curtiendo con cada azote que nos propina  esta existencia.

 A medida que avanza el tiempo, vamos llenando con cada paso que damos,  la mochila con miles de inconformidades y tristezas infinitas, el alma se torna incongruente y nos volvemos muy exigentes, porque puede que las expectativas que tenemos frente a la vida se encuentren en una cúspide inalcanzable y por ello dejamos la simpleza de la inocencia a un lado, porque la existencia nos empuja a ello. Golpes, madurar y aprender... la resiliencia.

Sandra Rossi
Sandra Rossi

A pesar de ser adultos también necesitamos cobijo, protección y seguridad al igual que la pide a gritos  un niño. Precisamos amparo constante, refugio y palabras que calmen las torturas internas con la que nos presiona el destino.

Ser adultos sin facilidades es engorroso, descabellado, y sin darte cuenta, vas dando tropezones, entras en bucle y con frecuencia caminas por el precipicio de las inseguridades, te internas de lleno en el mundo de las frustraciones, que luego en un futuro no muy lejano te llevará irremediablemente al desasosiego, a una desazón tan cruda que no se aparta del espíritu ni dormido.

Luego  quieres volver atrás retroceder el tiempo, y manipular las malas decisiones a favor de un futuro provechoso y justo, pero si asentamos los pies en el suelo vemos la dura realidad, no se puede, de allí surge la carga, la mochila pesada, las insatisfacciones, y el desprenderte crudamente de esa inocencia con la que llegamos a este mundo.

Pensando siempre en el pasado,  el arrepentimiento fustiga, se vuelve justiciero,  la mente desea  corregir de algún modo lo nefasto, porque el alma y la mente suplican un cambio para continuar, pero resulta imposible, una ignominia al destino decidido, aceptar es a lo que optamos.

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En la vida pesan mucho las insatisfacciones, simplemente porque le damos mucha importancia, trasciende sin límites nuestro espacio como una gran enfermedad. Ellas cunden mucho el espíritu en plan negativo, puede que sea porque duelen, porque las frustraciones pesan, no se apartan de la mente, son un mal recuerdo, y se encaran diferente.

Por ello cada etapa bonita debe disfrutarse con intensidad, para que sean un buen recuerdo, un acicate en tiempos de bajones espirituales y un motor que nos impulse a levantar el ánimo, a rescatar las fuerzas perdidas en esas trincheras del olvido. 

¡Hasta otra!



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